La celebración tiene su origen a comienzos del siglo XX, en Estados Unidos, cuando Sonora Smart Dodd, hija de un veterano de la guerra civil, quiso homenajear a su padre por haber criado solo a sus seis hijos luego de la muerte de su esposa. Inspirada por el Día de la Madre, propuso festejar el Día del Padre el 5 de junio, fecha de nacimiento de su papá. Aunque esa fecha no prosperó, la idea se expandió y en 1966 el presidente Lyndon Johnson oficializó el tercer domingo de junio como fecha nacional, hoy replicada en gran parte del mundo.
En Argentina, el primer festejo se realizó el 24 de agosto de 1958, recordando el nacimiento en 1816 de Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, la única hija del Libertador. Por eso, la fecha buscaba reconocer también el rol paternal del “Padre de la Patria”.
Sin embargo, en la década del ’60, y por influencia del calendario comercial y la sintonía internacional con el hemisferio norte, el país terminó adoptando la fecha norteamericana: el tercer domingo de junio.
Más allá de la fecha, el espíritu del Día del Padre es universal: homenajear a quienes ejercen la paternidad con amor, compromiso y ternura, ya sea desde el lazo de sangre o del corazón.
Cada familia lo celebra a su manera: desde el clásico desayuno en la cama, hasta una comida en casa o una salida especial. Lo importante es hacer de este domingo un momento de encuentro, gratitud y afecto.