El Sindicato de Luz y Fuerza no dudó en calificar la situación como “crítica”, y advierten que no hay capacidad técnica ni inversiones para sostener la demanda actual. La interrupción afecta de forma directa a empresas electrónicas, metalúrgicas y textiles, pero también golpea a trabajadores, proveedores y comercios que dependen de ese motor industrial.
“Estamos parando fábricas por falta de energía en pleno invierno. ¿Qué sigue?”, cuestionó un dirigente del sector industrial que pidió reservas.
La orden de frenar la actividad fabril no surgió de fallas técnicas aisladas, sino de una disposición ministerial que buscó evitar un colapso total del sistema eléctrico. En otras palabras: para no dejar sin luz a toda la ciudad, se optó por apagar las industrias.
Empresarios de la zona estiman que las pérdidas por un día sin producción superan los 3 millones de dólares, sin contar el impacto indirecto en comercios, logística, turismo y empleo.
El dato es tan brutal como preocupante: la ciudad que sostiene gran parte del empleo privado de la provincia está sin capacidad energética para funcionar. El propio sindicato de Luz y Fuerza lo explicó con claridad: la infraestructura está colapsada, no hay obras de fondo ni planificación, y el crecimiento de la demanda ya superó con creces la capacidad instalada.
“Esto se sabía. No es un imprevisto. Es desidia”, lamentaron desde el gremio.
La situación desnuda una realidad incómoda: no hay desarrollo posible sin energía, y sin energía, Ushuaia pierde su mayor ventaja competitiva: la industria tecnológica instalada. Si el Estado no invierte con urgencia, la provincia corre el riesgo de apagarse, literalmente.