El martes por la mañana, la imagen recorrió redes y grupos de WhatsApp: un chorro intenso de líquido rojo desembocaba en el canal de Beagle desde un pluvial ubicado en la costa de Ushuaia. No era una alarma falsa ni una foto editada: se trataba de pintura al agua que, por un “error” en una instalación municipal, terminó contaminando uno de los paisajes más icónicos de Tierra del Fuego.
En declaraciones a FM Master’s, el secretario de Gobierno de la Municipalidad, César Molina, reconoció que el incidente ocurrió en el “galpón de tareas prioritarias” del Municipio, donde se lavaron tachos con restos de pintura roja. Según su versión, los operarios creyeron que el desagüe estaba conectado a la red cloacal y no a un pluvial que desemboca directamente en el mar.
Molina aseguró que “se actuó de manera inmediata” y que se cerró el pluvial para evitar que continuara el vertido, además de iniciar un sumario interno para determinar responsabilidades. Sin embargo, la explicación oficial deja en evidencia dos problemas graves: la falta de control sobre las conexiones de desagüe en instalaciones municipales y la ausencia de protocolos claros para el manejo de residuos peligrosos.
“Fue un hecho puntual”, dijo Molina, intentando despejar sospechas sobre una posible práctica habitual. Pero la magnitud de la mancha roja y su rápida propagación en la costa no hacen más que subrayar la fragilidad de los sistemas de control y prevención que deberían impedir este tipo de episodios.
Mientras la Municipalidad promete investigar y Prefectura aguarda los resultados de las muestras de agua, el derrame deja una nueva mancha —esta vez literal— en la gestión ambiental de la ciudad. Un error que no solo afecta la imagen turística de Ushuaia, sino que pone en discusión la seriedad con la que el Municipio cuida el patrimonio natural que dice proteger.