USHUAIA.- La Antártida concentra el 70% del agua dulce del planeta, valiosos recursos pesqueros y minerales estratégicos, lo que la convierte en una plataforma geopolítica clave para conectar los océanos Atlántico y Pacífico. A pesar de que Ushuaia manejaba la mayor parte del turismo antártico global, Argentina quedó rezagada en la logística y el soporte a los programas nacionales antárticos, un área que genera beneficios económicos millonarios para otros países.
Según una publicación de la agencia Finnova, en un esfuerzo por revertir esta situación, se pusieron en marcha iniciativas para reposicionar a Tierra del Fuego como un actor principal en la conexión entre la Antártida y el mundo. En este contexto, el general (R) Edgar Calandín, ex comandante del Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR), destacó que la Argentina tenía la oportunidad, la historia y los recursos para marcar el rumbo.
Vuelos regulares: la llave para el futuro
Uno de los anuncios más importantes para el futuro antártico argentino fue el inicio de vuelos regulares desde Tierra del Fuego, impulsados por la empresa Mirgor. Para el general Calandín, esto representó un verdadero hito, ya que le dio al Programa Antártico Argentino una "herramienta poderosa para incursionar en la Antártida profunda sin depender de terceros países".
La aeronave protagonista de esta nueva etapa fue el Basler BT-67, un avión versátil y robusto con características únicas que le permitieron operar en condiciones extremas y en pistas semipreparadas, glaciares o hielos azules. Según Calandín, el avión fue "un punto de inflexión" que, si se articulaba con los funcionarios y empresarios, podría marcar el inicio de un nuevo programa antártico argentino.
El contraste con Chile
Calandín comparó la situación de Argentina con la de Chile, que ha convertido a Punta Arenas en un hub antártico de referencia mundial. Mientras la ciudad chilena realiza más de 200 vuelos por temporada hacia la península antártica y brinda servicios a 24 programas nacionales extranjeros, Ushuaia quedó relegada a un papel secundario.
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La diferencia, explicó el general retirado, no estuvo en los recursos, sino en la organización y la visión a largo plazo. Chile había creado un "ecosistema institucional confiable" con reglas claras y participación del sector privado, mientras que Argentina, en muchas ocasiones, no fue capaz de mirar más allá de la coyuntura.
La Base Petrel: el eje del nuevo sistema
En su análisis, Calandín identificó a la Base Petrel como un punto clave para el futuro argentino en la Antártida. Con una ubicación estratégica, esta base podría convertirse en el mejor enlace entre la Antártida periférica y la profunda.
Su propuesta fue ambiciosa y se enfoca en transformar Petrel en un hub científico-logístico de primer nivel con un aeródromo moderno, un muelle operativo, laboratorios y un centro de rescate.
Esta reconversión no solo daría soporte a las bases argentinas, sino que también permitiría brindar servicios a programas extranjeros. Con Petrel plenamente operativa y la articulación de medios marítimos y aéreos, la provincia de Tierra del Fuego podría consolidarse como la verdadera puerta de entrada al continente blanco.
Institucionalidad y visión de futuro
El problema central de Argentina, según Calandín, fue la falta de organización y de una mirada integral. Para solucionarlo, propuso la creación de una Agencia Nacional Antártica con unidad de comando y continuidad a largo plazo, sin importar los cambios de gestión. Esta agencia permitiría ordenar la interacción con el sector privado, las provincias y las universidades, superando la anterior "conducción bicéfala" entre el Ministerio de Defensa y la Cancillería.
El mensaje final fue claro. "Hubo que crear condiciones para el trabajo, no para la excusa". La logística antártica del siglo XXI no podía sostenerse sin la articulación del sector público, el sector privado y el mundo académico, y el futuro de Ushuaia como puerta de entrada a la Antártida dependió de las decisiones estratégicas que se tomaron.