En la actualidad, la tecnología y las redes sociales han multiplicado el alcance de estas maniobras. Aplicaciones falsas que simulan movimientos financieros en tiempo real, grupos de WhatsApp que funcionan como espacios de “motivación colectiva” y campañas de marketing digital que utilizan la imagen de empresas reconocidas sin autorización, se convierten en las principales herramientas de captación. Esto les permite a los estafadores moverse con rapidez, llegar a miles de personas al mismo tiempo y borrar sus rastros con la misma velocidad con la que desaparecen las supuestas inversiones.
Los estafadores utilizaban una aplicación que mostraba supuestas inversiones en crecimiento, ofreciendo retornos de hasta un 50% en apenas cinco días. Todo se reforzaba con la imagen de empresas reconocidas —como Globant y Pluspetrol— que nunca tuvieron relación con esta organización criminal.
En los grupos de WhatsApp se multiplicaban mensajes motivacionales y captaciones para sumar “nuevos inversores”, con intermediarios locales que, en algunos casos, aseguran haber sido víctimas también, aunque otros serían cómplices activos de la maniobra.
Los damnificados coincidieron en que la aplicación desapareció repentinamente, junto con la posibilidad de retirar el dinero. Lo que parecía un monitoreo en tiempo real de ganancias resultó ser un simulacro para dar credibilidad al fraude.
En Río Grande, vecinos denunciaron públicamente cómo quedaron despojados de sus ahorros. Ahora, nuevos testimonios desde Entre Ríos confirman que la estafa tuvo ramificaciones nacionales. Los grupos virtuales llegaban a reunir a más de 800 personas, con administradores que usaban identidades falsas y teléfonos de distintos países, lo que revela la magnitud del entramado.
La gran incógnita es si la Justicia nacional tomará cartas en el asunto o si esta megaestafa digital quedará impune. Hasta el momento, los afectados organizan reclamos colectivos para visibilizar el fraude y pedir intervención urgente de organismos de control.