USHUAIA.- La auditoría nacional expuso un puerto con pilotes cortados, defensas vencidas, sistemas contra incendios inexistentes y millones de pesos sin justificar. Lejos de ordenar el caos, el informe terminó siendo el justificativo ideal para una seguidilla de contrataciones que, a esta altura, parecen tener un único destinatario.
En apenas días, la Dirección Provincial de Puertos ya tiene casi cerrada una serie de licitaciones por refacciones, compra de maquinaria y mantenimiento integral del muelle. La “urgencia” técnica invocada en los expedientes se transformó en un atajo político: los pliegos circulan internamente con especificaciones que encajan punto por punto con la capacidad operativa de Big Tools.
Fuentes del propio puerto reconocen que cada llamado viene acompañado por dos o tres empresas “de relleno”, creadas o reactivadas para simular competencia. Algunas ni siquiera cuentan con empleados registrados o maquinaria propia. Aun así, participan, presentan ofertas incompletas o con errores formales… y dejan el camino despejado para que Gliubich vuelva a ganar.
El patrón es tan constante que ya nadie se sorprende: un oferente válido, plazos exprés y montos por encima del presupuesto oficial. Las justificaciones son calcadas: “reparaciones urgentes”, “equipamiento esencial”, “sustitución inmediata”.
Gliubich, puntero político de Melella y hoy contratista preferido del Estado, consolidó una red de vínculos que lo ubica como proveedor clave del Gobierno. Sus contratos con la Dirección Provincial de Energía y la Dirección Provincial de Puertos suman cifras millonarias, con adjudicaciones repetidas que reafirman su rol de actor central en el circuito de obras y suministros públicos.
La auditoría como cortina de humo
El informe nacional, que debía servir para corregir desmanejos, terminó abriendo la puerta a un circuito cerrado de adjudicaciones. La auditoría marcó los errores; el Gobierno los convirtió en una oportunidad. Las refacciones se multiplican, los fondos se liberan y las licitaciones se firman a toda velocidad, siempre con el mismo beneficiario final.
Este personaje devenido en empresario —y con números rojos en el banco— se transformó en una pieza clave del engranaje provincial. El puerto, emblema de la soberanía y del desarrollo antártico, se convirtió en escenario de una trama repetida: una auditoría que denuncia, un gobierno que aprovecha y un empresario que capitaliza.
Mientras el deterioro avanza y las obras se prometen año tras año, el negocio sigue girando sobre el mismo eje: los favores, la conveniencia y un nombre que se repite en cada expediente.
Fernando Gliubich, el Lázaro fueguino, ya tiene su próxima ronda de licitaciones servida en bandeja.