El equipo, incorporado con fondos propios, forma parte del llamado Plan de Modernización e Innovación Municipal. Sin embargo, detrás del anuncio técnico se esconde una realidad preocupante: incluso el propio Estado local debe recurrir a la autogeneración eléctrica para sostener su funcionamiento básico.
“Con este equipo aseguramos que los servicios que dependen de la energía no se detengan y que los vecinos y vecinas puedan seguir realizando trámites o recibiendo asistencia, incluso ante emergencias energéticas”, sostuvo el vicejefe de Gabinete, Diego Salazar, al presentar el equipamiento.
El caso municipal no es una excepción. En los últimos meses, decenas de comercios, talleres, emprendimientos gastronómicos e incluso instituciones públicas se vieron obligadas a adquirir grupos electrógenos para evitar pérdidas económicas y garantizar servicios mínimos.
La postal de Ushuaia alimentada por motores diésel se volvió cotidiana: ruidos, humo y olor a combustible en pleno centro urbano. Lo que en otras ciudades sería una medida de contingencia, en la capital fueguina ya es parte de la normalidad.
La saturación del sistema eléctrico, sumada al crecimiento demográfico y turístico, ha desbordado la capacidad de distribución. Las demoras en las inversiones estructurales, la falta de planificación provincial y los atrasos en las obras de generación y transporte hacen prever que la situación podría empeorar con la llegada del invierno.
Aunque el Municipio intenta dar una respuesta puntual, el problema tiene raíces más profundas. Desde hace años, especialistas advierten que Ushuaia crece más rápido que su infraestructura energética. Los cortes se repiten con frecuencia, y las soluciones -cuando llegan- son paliativas: reemplazos parciales, ampliaciones menores o generadores portátiles.
La ausencia de una política integral de energía en la provincia, la falta de coordinación entre el Gobierno fueguino y la DPE, y la demora en los proyectos de ampliación de redes eléctricas y gasíferas, conforman un cóctel que pone en riesgo la vida cotidiana de miles de vecinos.
Que el propio Municipio tenga que blindarse frente a los cortes de energía no solo es una señal de alarma, sino también un síntoma de desconfianza institucional hacia el sistema que debería sostenerlo.
El gesto de autoprovisión eléctrica, más allá del discurso modernizador, refleja una verdad incómoda: Ushuaia funciona al límite, dependiendo de soluciones de emergencia para mantener lo esencial en pie.