

El informe revela que uno de cada cuatro pesos que se paga por estos alimentos son impuestos, y que del total de tributos aplicados, un 70% corresponde al Estado nacional, es decir, al mismo que sostiene un discurso de “libertad” y baja de la presión fiscal. “1.000 de cada 4.000 pesos que pagamos en carne, leche y pan son impuestos”, destaca el informe, que pone el foco en cómo el Estado nacional concentra el mayor peso impositivo, incluso por encima de la ganancia de productores y comerciantes.
En el caso de la carne, FADA detalla que el 60% del precio final corresponde a costos productivos —como la tierra, sanidad, alimentación, logística y mano de obra—, un 25% son impuestos y apenas el 15% corresponde a ganancias.
En la leche, la situación es aún más marcada: un 67% son costos, un 26% impuestos y solo un 7% queda como margen de ganancia. El informe advierte que los tamberos enfrentan una gran volatilidad, afectada por el clima, el precio internacional del maíz, el costo del transporte y los insumos sanitarios, mientras que el Estado cobra en cada etapa sin asumir ningún riesgo productivo.
Para el pan, la relación también es preocupante. Desde el campo a la mesa, el precio se multiplica 12 veces. De ese total, el 60% son costos, el 24% impuestos y el 16% ganancias. En la cadena: el trigo representa solo el 8% del precio final, el molino el 4%, la panadería el 64% y los impuestos el 24%.
La economista de FADA, Antonella Semadeni, explicó que en esta presión tributaria se destacan principalmente el IVA a nivel nacional, Ingresos Brutos a nivel provincial y tasas municipales. Pero la mayor parte del peso recae en los tributos nacionales, en clara tensión con el mensaje del Gobierno que, en la práctica, no ha reducido impuestos sobre el consumo popular y mantiene su impacto regresivo sobre los alimentos.
Semadeni remarcó que esta situación genera un escenario de profunda inequidad: “Que los impuestos superen la ganancia es algo que puede tornarse injusto, porque todo el proceso productivo está afectado por condiciones externas e impredecibles, mientras que el Estado está presente en todos los eslabones, pero sin asumir ningún tipo de riesgo”.
Así, mientras el Gobierno de Milei refuerza su retórica contra el "Estado presente", la realidad en la góndola muestra que el Estado —en especial el nacional— está más presente que nunca cuando se trata de cobrar impuestos, incluso más que quienes producen y comercializan los alimentos.