

Hoy, más de cinco décadas después, esa ley sigue en pie, celebrada por muchos, criticada por otros, pero indiscutiblemente clave para entender por qué en el extremo austral hay ciudades con desarrollo, trabajo y soberanía consolidada.
De la soledad al crecimiento explosivo
En 1970, la ciudad de Ushuaia tenía poco más de 10 mil habitantes. Río Grande apenas superaba los 13 mil. El clima era extremo, el aislamiento geográfico total y el nivel de infraestructura, mínimo.
Con la sanción de la Ley 19.640, todo cambió: se instalaron fábricas, se generaron empleos y se duplicó —y luego triplicó— la población. Hoy, Tierra del Fuego supera los 185 mil habitantes, y es una de las provincias con mayor nivel de empleo privado registrado del país.
Una ley con visión estratégica
Inspirada en la Zona Franca de Manaos (Brasil), la normativa ofrecía exenciones impositivas y beneficios aduaneros para fomentar la producción industrial. El foco fue la electrónica, pero también se instalaron textiles, plásticas y hasta laboratorios.
Su objetivo no era solo económico: se trataba de una estrategia geopolítica para asegurar presencia argentina en un territorio disputado, con proximidad a la Antártida y a las Islas Malvinas.
Momentos clave: luces y sombras
Años 80 y 90: consolidación de las primeras grandes marcas tecnológicas nacionales (Sanyo, Noblex, Philco).
2009: llega el “impuesto tecnológico”, que protege la industria local pero genera tensiones.
2021: el régimen se prorroga hasta 2038, con posibilidad de extenderse 15 años más.
Pero también hubo críticas. Algunos economistas aseguran que su costo fiscal ronda los 1.500 millones de dólares anuales, y que los productos fabricados son más caros que los importados. Sin embargo, para los fueguinos, la ley no es solo números: es empleo, familia, comunidad y presencia nacional en el sur profundo.
El desafío actual: modernizar sin perder el rumbo
A 53 años, el debate no es si la Ley 19.640 debe existir, sino cómo adaptarla al presente. Con un mundo hiperconectado y exigente, Tierra del Fuego necesita sumar innovación, energías renovables y nuevas cadenas de valor para sostener su desarrollo.
Las prórrogas recientes reflejan que el Estado sigue apostando a esta herramienta. Pero también es momento de repensar qué tipo de industria se quiere construir para los próximos 50 años.