miércoles 23 de julio de 2025 - Edición Nº2422

Generales | 22 jul 2025

Del encierro al aula:

La historia de transformación de Walter López

A seis años de haber sido condenado por homicidio, Walter Daniel López protagoniza una historia de reconversión personal que interpela al sistema penitenciario, al poder judicial y a la sociedad. Hoy, convertido en abogado y referente educativo dentro de la Unidad de Detención de Río Grande, su recorrido reabre el debate sobre las segundas oportunidades y la posibilidad de reconstruirse desde el encierro.


En 2019, la Justicia lo sentenció a 22 años de prisión por el asesinato de Adrián Garelli, ocurrido a la salida de un local nocturno. También se le atribuyó la tentativa de homicidio de otra persona durante el mismo hecho. La causa generó un fuerte rechazo público. Sin embargo, lo que ocurrió después, en el interior del penal, es un proceso que desafía estigmas.

Superación detrás de los muros

Desde su ingreso a la cárcel, López inició un proceso de cambio radical. Finalizó sus estudios secundarios, obtuvo el título de abogado y actualmente preside el Centro de Estudiantes del penal. Además, impulsa proyectos educativos y sociales con otros internos. “No era nadie cuando llegué. Hoy me voy siendo abogado”, resume, con una mezcla de orgullo y autocrítica.

López admite que inició su condena con un pasado atravesado por el consumo y sin haber concluido sus estudios. “Cometí errores muy graves”, reconoce. Pero la educación se transformó en su motor. “El área educativa fue una puerta que se abrió cuando muchas otras se cerraron. Es una luz para quienes realmente quieren cambiar”.

Iniciativas solidarias y ecológicas

Su paso por distintos talleres le permitió capacitarse en carpintería y electricidad. Junto a otros internos, participó en campañas solidarias: construyeron cuchas para refugios de animales, confeccionaron cartucheras para comunidades originarias del norte argentino y elaboraron pañuelos que fueron donados a agrupaciones de lucha contra el cáncer.

Uno de sus proyectos más recientes es “Ecolápiz”, una propuesta que combina ecología y educación: propone insertar semillas en los lápices escolares para que los egresados puedan plantar un árbol como símbolo de crecimiento.

Aprender como acto de resistencia

Según López, dentro del penal la mirada sobre la educación cambió con el tiempo. “Antes el que estudiaba era visto como un gil. Hoy, si no estudiás, no sos nadie. Tenés tiempo, usalo para vos. El conocimiento es lo único que no te pueden quitar”.

Actualmente, cursa cuatro diplomaturas y ha completado más de quince formaciones complementarias. Para él, estudiar no es solo un medio para una salida laboral futura, sino una herramienta de libertad interior.

Reflexión, arrepentimiento y futuro

López no esquiva su pasado. “Estoy profundamente arrepentido. Por lo que hice, por lo que causé, y por lo que me trajo hasta acá. Pero también creo en la posibilidad de cambiar. Mandela decía que nadie debe ser privado de una segunda oportunidad. Yo tomé esa frase como bandera”.

Reconoce que el encierro lo alejó de muchos vínculos. “Con el tiempo, a los presos les van quedando menos amigos. Y cuando la condena es larga, la soledad se vuelve casi inevitable”. Sobre la reinserción social, plantea una pregunta directa: “¿Qué prefiere la sociedad? ¿Un hombre resentido o uno transformado que te ayuda con las bolsas en la calle?”.

“Quiero dejar huella, no heridas”

Con vistas a su futuro, sueña con visitar la tumba de su hermano, reencontrarse con sus padres y ejercer la abogacía como un profesional comprometido. “Mi objetivo es ser recordado como alguien que, a pesar de sus errores, eligió el camino del cambio”.

A los jóvenes, les deja una advertencia con tono de consejo: “No quemen etapas. Estudien cuando es tiempo de estudiar, trabajen cuando es tiempo de trabajar. Yo estuve seis años limpio, sin medicamentos, sin escapes. Y sí, se puede”.

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