

Ya no se trata solo de la dureza de los caminos de ripio ni de las condiciones climáticas imprevisibles. El problema es más profundo: una organización que no logra estar a la altura de los tiempos que corren, un público que se expone y no colabora en materia de seguridad, y una dirigencia del Automóvil Club Río Grande golpeada por cuestionamientos internos e institucionales.
Una historia marcada por tragedias y fallas
La lista de incidentes en la Hermandad es larga:
La crónica negra de la competencia es tan extensa como su épica, y ambas conviven en tensión constante.
Voces de alarma desde Chile
A todo esto, en el ambiente automovilístico chileno ya comenzaron a escucharse voces críticas que hablan, sin rodeos, del fin del Gran Premio de la Hermandad tal como lo conocemos. Del otro lado de la frontera, se percibe una creciente desconfianza en la capacidad organizativa de la parte argentina, sumada a la falta de respuestas firmes de las autoridades locales.
Velocidad, público y descontrol
Los autos de hoy no son los de hace 30 o 40 años. La velocidad de los vehículos actuales aumenta el riesgo de cada error. Y el público, que muchas veces se ubica en lugares prohibidos, agrega un condimento explosivo. Los esfuerzos de seguridad parecen insuficientes y las decisiones para ordenar la logística nunca llegan a tiempo.
Sin caminos que andar
La Hermandad, no es la única en problemas, se le suma un conflicto estructural que atraviesa al automovilismo fueguino/argentino: la falta de caminos habilitados para competir. El calendario de rally provincial ya venía golpeado, y la propia APITUR se vio obligada a suspender todas las fechas desde marzo de este año, incapaz de garantizar escenarios seguros y autorizados para correr. Esta parálisis no solo refleja la precariedad de la infraestructura vial, sino también la ausencia de acuerdos institucionales sólidos entre clubes, dueños y permisionarios. En ese contexto, la Hermandad no es la excepción, sino la cara más visible de un automovilismo que hoy lucha por encontrar dónde y cómo seguir existiendo.
La pregunta incómoda
El Gran Premio de la Hermandad es una de las competencias icónicas del automovilismo austral. Su historia, su simbolismo binacional y su arraigo popular son indiscutibles. Pero la reiteración de tragedias, fallas organizativas y conflictos dirigenciales abren un interrogante que ya no puede esquivarse:
¿Debe seguir corriéndose esta carrera en las condiciones actuales?
Quizás haya que aceptar que la Hermandad necesita un replanteo profundo: menos improvisación, más profesionalismo, mayor inversión en seguridad y una conducción institucional capaz de sostener el prestigio de medio siglo de historia.
Si no se toman decisiones firmes, el riesgo no es solo perder una competencia, sino que un símbolo de la unión austral quede reducido a un recuerdo doloroso.