

Durante su segunda gestión como intendente, Vuoto denunció públicamente que estaba siendo objeto de espionaje político. Según relataba, ex policías y personal ligado a la seguridad lo seguían en sus movimientos diarios. En conferencias de prensa, actos públicos y entrevistas, el jefe comunal llegó a responsabilizar directamente al entonces jefe de Gabinete provincial, Agustín Tita, a quien vinculaba con la estructura de inteligencia que lo tenía bajo vigilancia.
En uno de esos actos, incluso, Vuoto no dudó en hablar de “amenazas” contra su persona y su entorno, y pidió la intervención de la Justicia para investigar los hechos. Aquella denuncia no pasó inadvertida: generó repercusiones en la Legislatura, donde se abrieron comisiones para analizar la gravedad de lo planteado, y sacudió la relación política entre el Municipio de Ushuaia y el Gobierno provincial.
El intendente fueguino montó incluso un acto público exclusivamente dedicado a denunciar el espionaje. Allí, frente a militantes y referentes de su espacio, Vuoto buscó dejar en claro que no se trataba de un invento, sino de un hostigamiento real y organizado. La acusación era directa: detrás de ese aparato estaba Agustín Tita, hombre fuerte del gobierno de Gustavo Melella.
La narrativa era clara: un intendente víctima de un entramado de inteligencia local, y un jefe de Gabinete convertido en antagonista político. El tema llegó a los tribunales y ocupó semanas de debate en los medios provinciales.
Sin embargo, la historia dio un vuelco tan sorpresivo como llamativo. Apenas unos años después de aquellas denuncias, el mismo Vuoto que acusaba a Tita de seguirlo, espiarlo y amenazarlo, decidió convertirlo en su candidato a diputado nacional.
Sí: el hombre que era señalado como el responsable de un aparato de inteligencia en su contra, pasó a ser el rostro electoral que Vuoto pide votar a los militantes peronistas.
El contraste no podría ser más evidente. Lo que antes era una denuncia de gravedad institucional —con derivaciones judiciales, comisiones legislativas y un acto montado para exponer a Tita— hoy se transformó en una apuesta electoral.
En la práctica, Vuoto le pide a los votantes que acompañen a quien él mismo describía como una amenaza para su vida política y personal. Una paradoja que deja en evidencia la volatilidad y, para muchos, la falta de coherencia de ciertas alianzas dentro del peronismo fueguino.
De enemigo público número uno a candidato propio en apenas unos años: el recorrido de Agustín Tita dentro de la política provincial es también el retrato de cómo los intereses coyunturales logran torcer relatos que parecían firmes e inamovibles.
Lo que comenzó con acusaciones de espionaje y amenazas, con denuncias ante la Justicia y el repudio en actos públicos, termina hoy con un Vuoto que, como si nada hubiera pasado, se hace el distraído y pide a los votantes que confíen en el mismo hombre al que antes denunciaba.