

El Presupuesto 2026 de Tierra del Fuego solo marca recursos a sueldos, subsidios y asistencia alimentaria; mientras posterga la inversión en infraestructura y desarrollo productivo. Un esquema de supervivencia estatal que revela la fragilidad de un modelo económico cada vez más dependiente.
Devita justificó el esquema señalando que el objetivo es “priorizar los fundamentos del Estado: salud, educación, seguridad y alimentos”. Así, reconoció que más de 24 mil millones de pesos estarán destinados a asistencia alimentaria, una cifra que probablemente deba incrementarse por la creciente demanda social: comedores escolares, copa de leche y bolsones alimentarios para decenas de miles de familias que ya no logran cubrir sus necesidades mínimas.
En paralelo, el ministro mencionó subsidios al gas envasado por 40 mil millones, gastos crecientes en medicamentos para personas sin cobertura y programas de pensiones. El mensaje oficial es claro: el Estado debe cubrir urgencias sociales inmediatas, aunque eso signifique dejar de lado la inversión de largo plazo.
La otra cara del presupuesto es la ausencia de un plan robusto en infraestructura, energía y servicios públicos. La provincia más austral del país, rica en gas, petróleo, pesca y potencial turístico, se encamina a depender casi exclusivamente de sueldos y transferencias sociales, sin generar condiciones para atraer inversión ni diversificar la economía.
La propia explicación del ministro revela la gravedad de la situación: se destinan montos marginales a la modernización de hospitales, a cuenta de nuevos endeudamientos, mientras que el grueso de los recursos se concentra en sostener una estructura administrativa que ya resulta inmanejable.
El presupuesto desnuda una realidad preocupante: Tierra del Fuego, con enormes riquezas naturales y posición estratégica, corre el riesgo de transformarse en una provincia inviable si no logra dar un giro en su modelo económico. La desindustrialización que el ministro reconoció, sumada al crecimiento del desempleo y la caída del poder adquisitivo, refuerzan la dependencia de los subsidios y la asistencia estatal.
La falta de visión de desarrollo, sumada a la decisión de hipotecar el futuro para resolver el presente inmediato, instala un interrogante de fondo: ¿puede Tierra del Fuego sostener un esquema donde casi todo el presupuesto se consume en sueldos y alimentos, sin inversión real en infraestructura ni ampliación de la matriz productiva?
El Presupuesto 2026 parece más un manual de supervivencia estatal que un plan de crecimiento. Y la provincia, pese a sus recursos y potencial, se enfrenta a la paradoja de vivir como si fuera pobre en medio de la abundancia.