Mientras los docentes sostienen sus medidas de fuerza y las familias ven cómo se degrada el derecho a la educación, el Gobierno provincial permanece en silencio. No hay anuncios, no hay propuestas claras, no hay respuestas que encaminen el problema. La falta de acción política se convirtió en parte del problema: lejos de buscar soluciones, la gestión provincial parece haber elegido esperar a que el tiempo desgaste la protesta, como si la educación pudiera ponerse en pausa.

“Con docentes pobres no hay transformación educativa”

El reclamo docente no es nuevo: salarios insuficientes, paritarias sin resultados, infraestructura deteriorada y recursos que no llegan. En este contexto, el gremio insiste en que “con docentes pobres no hay transformación educativa posible”. El mensaje interpela directamente al discurso oficial: en un año en el que el Gobierno puso como eje la “transformación educativa”, lo que se vive en las escuelas es exactamente lo contrario, uno de los años más oscuros para el sistema educativo provincial.

Consecuencias que ya son parte de la rutina

• Alumnos sin clases: miles de chicos y chicas pierden contenidos básicos que difícilmente podrán recuperar.

• Familias desbordadas: deben reorganizar horarios y asumir costos extras para suplir la ausencia escolar.

• Desgaste social: cada nuevo paro profundiza la percepción de una educación pública frágil, sin rumbo y sin conducción.

Una responsabilidad política

La educación no se recupera con parches ni con discursos. Se recupera con decisiones, con inversión, con diálogo real y con un Gobierno presente. La falta de acción del Ejecutivo provincial no sólo alimenta el conflicto, sino que condena a toda una generación a formarse en la incertidumbre y en la discontinuidad pedagógica.

La nueva normalidad

Esta semana, otra vez, las aulas estarán vacías. Los docentes estarán en la calle. Y el Gobierno provincial, ausente. Lo que debería ser un problema coyuntural se volvió estructural, y lo que antes era excepcional hoy parece rutina. La educación en Tierra del Fuego se apaga lentamente, mientras la administración provincial mira hacia otro lado.