

Tierra del Fuego vuelve a endeudarse, pero no para crecer, sino para sobrevivir. El Gobierno provincial colocará una nueva deuda por más de $3.000 millones destinada a cubrir gastos corrientes, una decisión que expone la fragilidad de las cuentas públicas y que, de trasladarse a la vida cotidiana de cualquier hogar fueguino, sería equivalente a vivir de prestado para pagar la luz, el alquiler o el supermercado, sin invertir un peso en mejorar la casa o en la educación de los hijos.
Lejos de destinarse a obras de infraestructura o proyectos que amplíen la matriz productiva, la nueva colocación de deuda se utilizará para cubrir erogaciones básicas: sueldos, funcionamiento del Estado y servicios.
El problema es que ese dinero no generará recursos futuros para repagar lo que se debe, sino que engrosará la carga financiera de una provincia ya golpeada por el déficit y los compromisos asumidos en los últimos años.
Cada peso que se gaste hoy en sostener el día a día, será mañana un peso menos para invertir en salud, educación, energía o infraestructura.
Para graficar la magnitud del problema, basta con pensarlo en términos domésticos:
Una familia tipo de la provincia, con ingresos mensuales de $500.000, debería cubrir gastos básicos por $450.000. Si pide un préstamo de $1.000.000 para llegar a fin de mes, al cabo de un año deberá pagar intereses de unos $400.000. Es decir, la deuda le consume casi todo su pequeño margen de ahorro.
Si la familia vuelve a endeudarse para cubrir esos intereses, entrará en un círculo vicioso del que le será cada vez más difícil salir.
Eso mismo le ocurre hoy a la Provincia: se endeuda no para crecer, sino para seguir pagando lo corriente.
El endeudamiento trae consecuencias inmediatas:
Más presión fiscal a futuro, con posibles aumentos de impuestos para cubrir compromisos.
Menos recursos para obras y servicios, porque los intereses de la deuda se llevan buena parte del presupuesto.
Dependencia creciente de la Nación y de acreedores externos, que condicionan la autonomía provincial.
La decisión, además, ocurre en un contexto social complejo, con vecinos que reclaman asfalto, energía confiable, mejoras en el sistema de salud y respuestas a la inflación. Mientras tanto, el Estado provincial gasta a crédito para sostenerse, hipotecando la capacidad de dar respuestas reales.
Si el endeudamiento no se acompaña de un plan serio de austeridad, control del gasto y, sobre todo, inversión productiva que genere más recursos, la provincia podría encontrarse atrapada en un modelo insostenible: pedir plata para pagar lo que ya se debe.
Lo que en un hogar sería vivir de prestado hasta perder la casa, en la Provincia significa comprometer el futuro de toda una comunidad.
El interrogante ya no es cuánta deuda puede tomar Tierra del Fuego, sino cuánto tiempo más podrá seguir financiando con crédito una estructura que no invierte, no genera recursos nuevos y deja en claro que los sacrificios de hoy serán aún mayores mañana.