La cena en Olivos que debía sellar una tregua entre Mauricio Macri y Javier Milei terminó en una nueva muestra de distanciamiento político. Lejos de una foto de unidad, el expresidente decidió hacer público su desacuerdo con la salida de Guillermo Francos como jefe de Gabinete y su reemplazo por Manuel Adorni, el hasta ahora vocero presidencial.
Macri no disimuló su malestar. En un mensaje cargado de diplomacia formal pero con filo político, aseguró que “no logramos ponernos de acuerdo” con el mandatario y cuestionó abiertamente el nombramiento de un funcionario “sin experiencia” en el cargo que, según subrayó, “coordina los equipos políticos y de gestión en torno a una agenda y una estrategia”.
La crítica de Macri tiene una lectura inmediata: el expresidente decidió romper el silencio y marcar límites a la nueva configuración del poder en el gobierno libertario, donde Karina Milei emerge como la gran vencedora de la reestructuración y el círculo íntimo del Presidente se cierra aún más.
Francos había sido uno de los pocos interlocutores confiables entre Milei y el macrismo. Su desplazamiento implica, para el exmandatario, el quiebre de la única línea de diálogo político entre ambos espacios.
“La salida de un hombre con capacidad y equilibrio como Francos no parece ser una buena noticia”, escribió Macri, en un mensaje que no sólo defendió al exministro coordinador, sino que apuntó al corazón del problema: la falta de conducción y de equipo político en el esquema libertario.
La referencia a Horacio Marín, actual presidente de YPF, no fue casual. Macri lo mencionó como un perfil “técnico e idóneo”, en contraste con la figura de Adorni, símbolo de la comunicación presidencial más que de la gestión. Con ese gesto, el expresidente buscó instalar una contraposición entre profesionalismo y amateurismo, en un momento donde el Gobierno ensaya su “segunda etapa”.
Las palabras de Macri son mucho más que una crítica aislada. Representan un aviso político al Presidente sobre la creciente soledad de su proyecto, el aislamiento de los funcionarios con experiencia y la fragilidad de los acuerdos con los aliados del PRO.
En su declaración, el exmandatario insistió en que su preocupación no es personal ni partidaria, sino institucional: “Me veo obligado a hacer mi aporte y expresar mis preocupaciones porque nos une el futuro del país”. Sin embargo, detrás del tono mesurado se esconde una advertencia directa: el experimento libertario podría naufragar si no incorpora orden político y gestión real.
El ascenso de Adorni a la Jefatura de Gabinete confirma lo que en la Casa Rosada se comenta hace semanas: el poder se concentra en el “triángulo de hierro” formado por Milei, su hermana Karina y el asesor Santiago Caputo.
Con la salida de Francos, ese triángulo pierde su única figura con trayectoria política y suma una pieza de comunicación en el lugar donde debería haber articulación, gestión y negociación.
Macri lo sabe. Y por eso su mensaje fue más político que protocolar: le recordó al Presidente que gobernar requiere estructura, experiencia y equilibrio, no sólo relato ni fidelidad personal.
En el fondo, el expresidente dejó un mensaje que suena a advertencia y a preludio de ruptura: “La oportunidad histórica que enfrenta el país no puede desaprovecharse”. El subtexto es claro: sin conducción política, sin equipos sólidos y sin acuerdos reales, el segundo tiempo de Milei podría durar mucho menos de lo que imagina.