En una entrevista emitida por TELEFE Noticias, Juan Bettiga le puso voz a la desesperante espera que vive desde Ushuaia. Conmovido, relató cómo su hijo Dante, de solo 23 años, pasó de ser un estudiante en Rusia a estar en el frente de guerra. Entre la angustia y la enfermedad que atraviesa, el padre pidió públicamente ayuda a las autoridades argentinas y rusas para lograr su regreso: “Solo quiero que mi hijo vuelva a casa, vivo”, expresó.

“Necesito que esté acá. Estoy en etapa 1 de mi tratamiento, él es mi único donante directo… Si él no vuelve, no puedo arrancar mi recuperación”, dijo en una reciente entrevista.
“Mi hijo solo quería estudiar, no terminar en un frente de combate”, añadió, mientras espera respuesta oficial del Ministerio de Defensa de Rusia y de la Cancillería argentina.

El joven había viajado a Rusia con la intención de estudiar idiomas y relaciones internacionales, según detalló su padre. Pero lo que pocos imaginaban ocurrió: tras dos semanas de instrucción militar, fue destinado a la línea de fuego en Donetsk, sin formación militar previa ni voluntad aparente de enrolamiento. La familia presentó una carta formal en Moscú pidiendo su inmediata dispensa de las obligaciones militares. Mientras tanto, en Tierra del Fuego, la comunidad expresó su preocupación por el caso, que expone no solo el drama de una familia, sino también la complejidad diplomática de un argentino atrapado en un conflicto internacional sin mediación concreta desde Buenos Aires.

Aunque no hay documentación pública que confirme todos los detalles del reclutamiento del joven, el hecho se enmarca en un contexto por el que se sabe que Rusia ha acelerado ­medidas para que extranjeros ingresen a sus filas militares, incluso con promesas de ciudadanía a cambio de servicio. Esto convierte el caso Bettiga en una alerta: ¿cómo un ciudadano argentino que viajó como estudiante terminó combatiendo en el extranjero?

Mientras el padre aguarda noticias y la embajada argentina analiza el caso, Dante sigue sin comunicarse. La voz del hombre, entrecortada por la distancia y la enfermedad, subraya el nudo central de esta historia: “Solo quiero que mi hijo vuelva a casa, vivo”.