En diálogo con medios locales, Castillo sostuvo que el sistema se encuentra operativo, aunque admitió que solo puede funcionar en determinados momentos del día:
“En la Laguna Seca se está bombeando. Estamos en el proceso de prueba de la impulsión, lo que pasa es que por ahí un vecino pasa y no ve que está bombeando, porque solo se puede bombear durante los períodos de pleamar.”
Esto significa que las bombas solo trabajarán en dos franjas horarias al día, dependiendo de la marea. Para los vecinos, la explicación resulta insuficiente: el polvo volvió a sentirse con intensidad y la laguna sigue sin signos visibles de humedad.
Castillo también admitió que el sistema de toma de agua debió ser modificado de manera improvisada por el desplazamiento del cauce del río:
“Hubo que hacer una modificación en la costa porque donde se toma el agua se produjo una erosión que descalzó los anclajes donde estaban agarradas las bombas.”
Ante ese problema, contó que debieron recurrir a una solución momentánea:
“Se colocaron contrapesos para evitar que la bomba se desmorone o que el agua se la lleve. Es una solución provisoria hasta evaluar la propuesta definitiva.”
Pese a la magnitud del daño y a que la estructura original quedó inutilizada, desde el Gobierno no se informó públicamente sobre esta situación hasta ahora.
La ministra insistió en que la Laguna Seca es consecuencia de múltiples factores ambientales:
“La laguna es una consecuencia de una modificación climática, del pastoreo del ganado, de la erosión y de muchos factores ambientales. El bombeo es solo una medida paliativa.”
Aun así, reconoció que para lograr un bombeo permanente será necesario modificar nuevamente el cauce del río; una obra que no tiene plazos, proyecto cerrado ni presupuesto confirmado.
“Para tener un proceso permanente de bombeo hay que hacer toda una modificación en el cauce del río, y eso requiere una evaluación de Ambiente, Recursos Hídricos y Obras Públicas. Es una tarea que tenemos por delante.”
Mientras tanto, la ciudad sigue padeciendo el polvo año tras año.
La explicación técnica de la ministra no alcanzó para calmar a los habitantes de los barrios del norte. Cada jornada ventosa —como la anunciada en las últimas horas con ráfagas que superarían los 95 km/h— transforma la zona en un “torbellino de polvo” que afecta visibilidad, salud y calidad de vida.
“Dicen que las bombas funcionan, pero no se ve ni una gota de mejora. Cuando sopla el viento, no podés ni abrir la puerta: te llena la casa de tierra”, lamentan.
Otros sostienen que las excusas se repiten todos los años:
“Primero que las obras estaban listas, después que la empresa falló, ahora que la marea… siempre algo. Pero a nosotros nos toca respirar polvo igual.”
Aunque Castillo aseguró que el bombeo está en marcha, en la práctica la laguna sigue seca, las bombas nunca se ven funcionando y los vecinos aseguran que el problema se agrava.
En un escenario donde el viento no da tregua, la comunidad reclama acciones reales, visibles y sostenidas, no más anuncios fragmentarios o soluciones “con contrapesos” mientras el polvo invade la ciudad.
La demanda es clara:
menos declaraciones, más agua en la Laguna Seca.