Los cambios fueron oficializados a través de un comunicado de la Casa Rosada, al que accedió la Agencia Noticias Argentinas, y rápidamente replicados por las principales figuras del Gobierno, entre ellas el presidente Javier Milei, el ministro de Economía Luis Caputo y el jefe de Gabinete Manuel Adorni.
Adorni celebró públicamente las designaciones y escribió en X que “a ambos los espera una gran gestión por delante”, marcando la línea política del Ejecutivo. La ministra saliente de Seguridad, Patricia Bullrich, también se sumó a los saludos hacia Monteoliva, quien hasta ahora se desempeñaba como secretaria de Seguridad Nacional.
“Ale, mis felicitaciones por el enorme desafío que vas a asumir. Conozco tu recorrido, tu profesionalismo y esa entrega que te representa”, expresó Bullrich en redes sociales.
Desde el Ministerio de Defensa, el funcionario saliente Luis Petri avaló la llegada de Presti, destacando su rol como Jefe del Ejército: “Reconforta saber que quien fue nuestro Jefe del Ejército, ahora continúe como futuro Ministro de Defensa”.
Mientras el oficialismo celebraba, el peronismo cuestionó con dureza la decisión de poner a un militar en ejercicio al frente del Ministerio de Defensa. El diputado nacional electo Agustín Rossi, ex ministro del área, advirtió que la designación de Presti vulnera el principio de conducción civil de las Fuerzas Armadas, uno de los pilares del sistema democrático recuperado en 1983.
“La designación del actual Jefe del Estado Mayor del Ejército como ministro de Defensa es un enorme retroceso para la democracia argentina y para las Fuerzas Armadas”, afirmó Rossi, remarcando que este tipo de movimientos “involucra a las Fuerzas en el destino político del Gobierno, cuando deberían ser preservadas de cualquier circunstancia partidaria”.
Las modificaciones llegan en un contexto atravesado por debates internos dentro del Gobierno, tensiones con sectores sindicales y nuevos desafíos en materia de seguridad pública, terrorismo internacional, ciberdelito y Defensa Nacional. Para Milei, se trata de afianzar un gabinete más alineado con su visión estratégica; para la oposición, un giro que puede reconfigurar la relación histórica entre el poder civil y las Fuerzas Armadas.
Los próximos meses mostrarán si estos cambios generan la “mayor eficiencia” que promete el Ejecutivo o si profundizan las tensiones institucionales que hoy marcan el escenario político del país.