jueves 17 de abril de 2025 - Edición Nº2325

Generales | 4 abr 2025

Madre que suplica

"Quiero paz para mi hija": Violencia, silencio judicial y una familia atrapada en el miedo

"No quiero que mi hija sea una Yohana más". Con esa frase cargada de desesperación y dolor, Carina Gutiérrez resume el calvario que vive desde hace cuatro años junto a su hija, Micaela Portioli, víctimas de violencia de género extrema por parte de la ex pareja de Micaela, y padre de sus dos hijos.


La historia, que refleja las múltiples fallas del sistema judicial, llegó a las redes sociales como último recurso, luego de años de peregrinación institucional sin respuestas. “Me cansé como mamá de pedir ayuda, de hacer las cosas bien. La justicia es quien debería amparar a mi hija y a mis nietos, pero nunca hubo una respuesta positiva”, denuncia Carina, quien relata haber pasado cinco días seguidos frente a la fiscalía suplicando protección, hasta conseguir apenas un móvil policial frente a la vivienda del agresor. “No sabemos hasta cuándo va a estar. Es como tener que adivinar si hoy vamos a dormir en paz”.

Las denuncias son múltiples, y las pruebas, contundentes. Amenazas, acoso constante, violación reiterada de la restricción perimetral, agresiones físicas y psicológicas. Incluso, según Carina, el agresor llegó a apuntarle con un arma frente a su casa, de madrugada. “Pensé que me iba a matar. Llamé a mi hija desesperada, y me dijo que ya lo había visto merodeando por su vivienda. Esto es todos los días”.

Micaela, por su parte, rompe el silencio tras años de aguante. La situación ya no gira solo en torno a ella: hoy, los principales afectados son sus hijos. El 19 de marzo, día de su cumpleaños, recibió en su trabajo las imágenes más desgarradoras: sus dos hijos, de 9 y 4 años, golpeados brutalmente por su padre durante una de las visitas.

“Mi hijo me dijo: ‘Yo nunca te voy a perdonar que no te defendiste de mi papá’. Me lo dijo con miedo, con tristeza, como reflejo de todo lo que yo viví durante años”, cuenta Micaela con la voz quebrada. Los niños presentaban lesiones visibles, hematomas de puño cerrado, y uno de ellos relató cómo su padre lo asfixiaba "jugando", repitiendo luego ese comportamiento con su hermanito como si fuera algo normal. “Los testimonios están. Las fotos. Los mensajes donde él admite lo que hizo. Y aún así, no lo detienen”.

En medio del dolor, ambas mujeres cuestionan duramente a la justicia. “Te dicen que te resguardan, que están preocupados por las víctimas. Mentira. Te toman la denuncia, te tienen cinco horas declarando, y después todo queda ahí, dormido en un escritorio”, afirma Carina.

Las víctimas conviven con el miedo a diario. “No sé en qué momento entra en mi casa. Vivo encerrada con llave en todas las puertas. Duermo con un ojo abierto. Me levanto a las 4 para ir a trabajar sin haber dormido nada”, cuenta Micaela, quien además debe sostener económicamente a su familia, ya que el agresor tampoco cumple con la cuota alimentaria.

Hoy, madre e hija siguen luchando para que alguien escuche, para que la justicia actúe, y para que sus hijos crezcan libres de violencia. “Solo quiero paz”, repite Carina. “Quiero que mi hija vuelva a caminar tranquila por la calle. Quiero que mis nietos vivan sin miedo. Y quiero que esta historia no se repita nunca más”.

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