

La imagen fue publicada por un usuario de Facebook en tono irónico, como respuesta al bochornoso desenlace de la votación en la Cámara Alta, donde por apenas un voto no se alcanzó la mayoría necesaria para sancionar la ley que impediría a condenados por corrupción ser candidatos.
“Sarome es mejor que todos los que ayer votaron en el Senado. Al menos robó sin testaferros, no tiene cuentas en el extranjero, ni se esconde detrás de fueros”, escribió el autor del posteo. Y agregó: “Prefiero votar a este ladrón que a los que ayer festejaban como si hubieran ganado la Copa del Mundo solo porque Cristina puede volver a ser candidata”.
El cartel se viralizó rápidamente, generando cientos de comentarios entre la bronca, el sarcasmo y la resignación. Mientras en el Congreso se desmoronaba una herramienta clave para mejorar la calidad democrática, en redes sociales la ciudadanía encontró en la figura de Sarome una manera de reflejar su hartazgo con una clase política que —según muchos— solo se protege a sí misma.
La escena, grotesca y real al mismo tiempo, resume el sentir de una parte del electorado: si los “de siempre” no cambian, hasta un delincuente común podría parecer más digno de confianza.